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"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos"   SURda

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28-07-2013

 

 

 


La inflación, la inflación!

SURda

 

Economía



 


 

César Failache


Política monetaria y regulación de capitales financieros

Presentamos aquí algunos elementos relevantes para comprender el fenómeno inflacionario a la luz de la experiencia de Uruguay en los últimos años. Las distintas fases por las que atravesó nuestra economía, el rol de los vecinos, las distintas políticas monetarias aplicadas y las últimas medidas tomadas por el Banco Central.

La inflación refiere al aumento de precios que se observa en determinados períodos. Para efectuar su medición se define una canasta de bienes que representan el consumo promedio de un hogar, se relevan los precios de los bienes en dos momentos, y la diferencia en el período indicará: inflación (si aumenta), deflación (si cae) o estabilidad (si permanece constante). En Uruguay el cálculo de la inflación mensual lo realiza el Instituto Nacional de Estadística (ine). La canasta que se define para el cálculo no es arbitraria, resulta de las encuestas que el ine hace en los hogares. La última encuesta con el propósito principal de elaborar una canasta actualizada para el ipc fue realizada en 2006. Los resultados muestran cómo los hogares asignan sus ingresos al consumo. Es importante tener presente la diferencia de la composición del gasto según niveles de ingreso de los hogares: para el decil de ingresos más bajo (que comprendía un 15,3 por ciento de la población total), el gasto en alimentos y bebidas no alcohólicas representaba casi el 35 por ciento del total de gastos; en tanto que el gasto en este tipo de bienes representaba solamente el 11 por ciento en los hogares de mayores ingresos (que incluían al 7 por ciento de la población total). Es decir, que cuando consideramos la inflación medida a través del ipc nos referimos a un promedio que comprende distintas situaciones sociales, pero que proporciona las primeras pistas para investigar sus causas.
Como se sabe, la inflación ha sido un fenómeno propio de la trayectoria histórica de Uruguay en el último medio siglo. Más precisamente, desde mediados de los años cincuenta hasta fines de los noventa no se observan registros menores a los dos dígitos, y en los años 1967, 1974 y 1990 se llegó al 135,9 por ciento, al 107,2 y al 129, respectivamente.

La experiencia reciente. Si se considera la inflación acumulada a fin de cada año, desde 1990 comienza una década de caída gradual, llegando a un dígito a partir del año 1998 (cuando se situó en 8,6 por ciento). En 1999 se reduce a la mitad, aumenta levemente en 2000 al 5,1 por ciento, para alcanzar el mínimo histórico en el año 2001 (3,5 por ciento). Esta experiencia merece recordarse, ya que si bien se logra la estabilidad, el costo social fue demasiado alto, tres años de recesión y una crisis financiera tan grave o más que la observada al final de la anterior experiencia de estabilización con ancla cambiaria: la de “la tablita” del período 1978-1982. Conviene tener presente, entonces, esta experiencia de estabilización y su desenlace. Luego del episodio de la crisis de 2002 la inflación aumentó al 25,9 por ciento en ese año. En 2003 vuelve a superar los dos dígitos, pero reduciéndose a menos de la mitad (10,2 por ciento). Posteriormente la senda inflacionaria contrasta con la experiencia del medio siglo anterior: crecimiento del pbi, disminución de la de-socupación y estabilidad de precios a la luz de la perspectiva histórica mencionada antes.

Política monetaria en acción. Con la crisis de 2002 se inaugura un nuevo período, signado por el abandono del compromiso cambiario con fines estabilizadores como eje de la política económica. En la teoría económica se acepta que existan algunas incompatibilidades de política: si un país opta por mantener un tipo de cambio fijo y la libre movilidad de capitales (especialmente los financieros), debe renunciar a llevar adelante una política monetaria orientada a objetivos internos, como por ejemplo el fomento del crédito para promover el empleo. Si opta por este último objetivo, debe abandonar el de la libre movilidad de capitales. Si elige mantener la movilidad de capitales y llevar adelante una política monetaria autónoma, debe abandonar el objetivo de mantener el tipo de cambio fijo. Las opciones admiten diferentes puntos en los cuales la destreza para lograr los objetivos de estabilidad de precios y pleno empleo encuentre un lugar aceptable para los mercados financieros, los reclamos internos de pleno empleo y de competitividad, así como de estabilidad de precios. Para una economía pequeña, abierta, dolarizada y dependiente como la uruguaya, lograr un diseño de políticas que contemplen los objetivos no es fácil.
Se pueden reseñar tres fases en esta búsqueda: una primera fase de abandono del compromiso de tipo de cambio fijo (o preanunciado), con la que culmina la experiencia estabilizadora de fines de los años noventa. Ante esta situación determinada, entre otros factores, por el agotamiento de reservas internacionales del Banco Central del Uruguay (bcu), la escasez de dólares para afrontar los problemas de las quiebras bancarias y el déficit fiscal y parafiscal, se opta por fijar un ancla a los precios recurriendo al control de los agregados monetarios. Esta fase de política monetaria centrada en el control de agregados se continúa hasta 2007, cuando el bcu ensaya una nueva experiencia: se propone abandonar el control de agregados monetarios para establecer la tasa de interés del mercado bancario como criterio para anclar expectativas. Si bien no se considera que sea una panacea, se espera hacer más transparentes los mercados financieros, dotándose de un instrumento que le dé mayor flexibilidad y permita guiar e identificar las necesidades de liquidez del mercado financiero. Esta segunda fase fue abandonada a mediados de 2013, cuando se propuso volver al control de agregados monetarios y se anunció explícitamente la adopción de medidas de control del movimiento de capitales.
En todas las fases existe un elemento común: el compromiso del bcu de mantener la inflación dentro de ciertos rangos de referencia acordados con el Ministerio de Economía y Finanzas (mef), utilizando los instrumentos de que dispone para la gestión diaria. Mediante dichos instrumentos la autoridad monetaria realiza intervenciones para asegurar la liquidez diaria de los mercados, establece regulaciones a las instituciones financieras, gestiona el perfil de endeudamiento del propio bcu, y realiza la administración de reservas internacionales que se considere adecuadas. Para sustentar la coherencia de estas intervenciones con la política económica del gobierno, la reforma de la Carta Orgánica del bcu, aprobada en 2008, dispuso la creación del Comité de Coordinación Macroeconómica entre el mef y el bcu, entre otras modificaciones de importancia.

MEDIDAS CONCRETAS. El pasado jueves 6 de junio el Comité de Coordinación Macroeconómica anunció importantes cambios en la política monetaria y la regulación de capitales financieros de corto plazo.
Respecto a la política monetaria, se anunció la ampliación del rango meta de inflación, que pasará de 3 a 7 por ciento a partir de julio del año próximo. Debe recordarse que en los últimos años la misma ha estado por encima del “techo” del rango meta actual (6 por ciento). Se anunció también que se utilizarán metas instrumentales referidas a la cantidad de dinero (medida a través de agregados monetarios) para indicar los objetivos acordes a la estrategia de estabilización. Desde setiembre de 2007 se utilizó como instrumento la tasa de política monetaria, orientadora del mercado interbancario de corto plazo. Posteriormente, el Comité de Política Monetaria (Copom) precisó que las metas serán las del agregado monetario denominado “M1 ampliado”, que incluye la emisión de dinero en poder del público, los depósitos a la vista y las cajas de ahorro del público en el sistema bancario. También el Copom estableció una meta de crecimiento entre 12,5 y 13 por ciento (tasa anual) para el tercer trimestre de 2013, y un objetivo de crecimiento del 8 por ciento para el segundo trimestre de 2015.
Las regulaciones financieras apuntan a desestimular el ingreso de capitales financieros orientados a la compra de títulos públicos en moneda nacional o en unidades indexadas. El objetivo es frenar la tendencia a la apreciación de la moneda nacional y dotar de mayor competitividad cambiaria a la economía. Vale la pena tener presente que a fines de mayo el bcu había comprado más de 800 millones de dólares. Las medidas amplían la exigencia de inmovilización de fondos para los capitales financieros orientados a la compra de bonos y notas del Tesoro emitidos en jurisdicción local, que ya existía. Se exigía la inmovilización, sin generar intereses, de un 40 por ciento del capital invertido en los títulos emitidos en unidades indexadas (ui). Este porcentaje se eleva ahora al 50 por ciento, y se generaliza a las letras del bcu y títulos del Tesoro. También establece que los mismos deberán depositarse en un depósito a plazo fijo en pesos (incluso en el caso de las ui).
Parece claro que las medidas apuntan a frenar la apreciación de la moneda nacional, y de lograrse, abatir el costo por las operaciones de esterilización, disminuir la contribución de la política monetaria al déficit agregado del gobierno. El cambio merece especial consideración –debido a los motivos y razones que lo explican– y de indudable trascendencia. 

El autor, César Failache es economista.

Inflación globalizada

El panorama no puede estar completo si se ignoran las tendencias mundiales. En particular las tendencias de los países desarrollados y las evoluciones de los commodities de los años 2007-2009. En los países capitalistas centrales, sin duda que un hecho notorio lo constituye la experiencia de estancamiento con inflación de los años setenta, y su reversión violenta a fines de la década. El precio del petróleo aparece como un dato condicionante en el mundo entero. A ello se agrega el auge reciente del aumento de los bienes alimentarios. La demanda creciente de China e India, la estrategia de desarrollo de biocombustibles, el auge especulativo bursátil vinculado a los precios del resto de los commodities pasan a ser elementos que pautan la coyuntura reciente. 

La inflación como fenómeno regional

El fenómeno inflacionario ha sido regional. En la primera mitad de los años sesenta el aumento de la inflación ya despertaba problemas en Uruguay, pero debe tenerse presente que la de Brasil duplicaba la de Uruguay. En la segunda mitad, tanto Brasil como Argentina disminuyen su tasa de inflación pero en Uruguay ésta se acelera, llegando al 135,9 por ciento en 1967. Disminuye momentáneamente al 14,5 por ciento en el año 1969 por efecto circunstancial de la congelación de precios del año anterior. Entre 1970 y 1974 la inflación de Uruguay lidera en la región. Entre 1975 y 1980 Uruguay tiene éxito en abatirla, pero recrudece en los países vecinos. En la década del 80 se observan episodios de hiperinflación en Argentina y Brasil, logrando Uruguay permanecer ajeno, aunque con elevadas tasas de inflación. Entre 1991 y 1998 será Brasil el que lidere la inflación con guarismos promedios superiores al 250 por ciento, en tanto Argentina la lleva a niveles del 12 por ciento. A partir de entonces los guarismos inflacionarios para los tres países se reducen a un dígito. 

La naturaleza social de la moneda

Si los hechos de las coyunturas son cruciales para prever la inflación, los cambios estructurales no les quedan en zaga. La revolución tecnológica en curso, la presencia de economías continentales como China e India, la creciente movilidad de capitales financieros y reestructuras productivas, completan un panorama cuyas líneas deben interpretarse a partir de sus efectos en el comercio y los movimientos financieros en los que está inmerso Uruguay.
Una vieja teoría quiere concebir una relación estrecha entre la moneda, el crédito y el aumento de precios. Sin embargo, diferentes bancos centrales de las economías capitalistas desarrolladas van reconociendo que el monopolio en el control de las condiciones monetarias se va resquebrajando frente al desarrollo de los mercados financieros privados y la ola de innovaciones financieras. El desarrollo de los mercados interbancarios planetarios vuelve más difícil el control de la oferta monetaria. Si la oferta monetaria se vuelve difícil de controlar, otro tanto ocurre con la demanda de moneda. La preferencia por la liquidez de una economía mundial sin banco central ha mostrado en la crisis internacional de 2008 su virulencia para afectar la economía real. En un ambiente de desconfianza entre las principales instituciones bancarias mundiales respecto a su propia solvencia, el sistema financiero ha estado al borde de la interrupción de la propia cadena de pagos. La Reserva Federal de Estados Unidos (Fed), y la renuencia del Banco Central Europeo a comprometerse con otros objetivos que no sean la estabilidad de precios, han debido poner entre paréntesis estos compromisos ante la gravedad de la crisis. Inesperadamente, las cuestiones monetarias y financieras han revelado que distan de ser un reducto ajeno a los problemas financieros, y que solamente considerar la estabilidad como objetivo ya no es posible. La crisis financiera sólo ha servido como reactivo para volver a plantear la naturaleza social de la moneda y las finanzas. Afloran otras teorías que conciben la inflación como un espacio resultado de conflictos distributivos, exigiendo reconsiderar la manera de llevar adelante la política monetaria. 

Fuente: Brecha

 
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